PROHIBIDO BAJAR A LA ZONA DE VÍAS
Espero el metro en el andén con ganas de volver a casa. El andén esta bastante lleno, y eso que aún quedan cuatro minutos para que llegue el metro, según el luminoso. Entonces, por los altavoces sueltan el mensaje de cada día, con la diferencia de que hoy dice exactamente lo contrario: HOY, EXCEPCIONALMENTE, SE PUEDE BAJAR A LA ZONA DE VÍAS. Me quedo perplejo. ¿He escuchado bien? No soy el único con esa sensación, Miro a la chica sentada a mi lado, o ella me mira a mí, y suelta una risa nerviosa, y yo hago lo mismo. Pues va a ser que han dicho lo que me ha parecido entender. Se repite el mensaje por si quedaban dudas: HOY, EXCEPCIONALMENTE, SE PUEDE BAJAR A LA ZONA DE VIAS. Durante unos segundos nadie se mueve, pero un grupo de adolescentes dejan sus mochilas en el suelo y saltan a las vías. Son dos chicas y tres chicos. Se ponen a bailar sin música. Una danza alocada, bailan como si nadie les mirara, pero todos les miramos. Tres minutos para que llegue el metro. Luego bajan los niños. Piden permiso a sus padres, que se lo conceden. De hecho, son los padres los que les ayudan a bajar a las vías. Los niños tambien se ponen a bailar, pero es diferente a los adolescentes, igual de alocados pero más torpes. Luego bajan los padres, a petición de sus hijos. Y baja más gente. Todos los que se animan bailan danzas diferentes, o saltan, pero expresan alegría de un modo u otro. Dos minutos para que llegue el metro y la mayoría de gente ya ha bajado. Hasta un par de abuelos. Y la última en apuntarse es la chica que rió conmigo. Siento que me estoy perdiendo algo y también bajo. Es pisar la zona de vías y ponerme a bailar. Nunca me había sentido tan eufórico, ni cuando tomaba drogas. Empiezo a bailar. Luego siento la necesidad de quitarme la camiseta, y me la quito. Me gustaría quitarme tambien los pantalones y bailar desnudo pero perdería demasiado tiempo y solo queda un minuto para que llegue el metro según el luminoso. Ya estamos todos abajo, no falta nadie. Hasta la señora de la muleta, que la tira a un lado y se pone a bailar como si nunca la hubiera necesitado. Treinta segundos para que llegue el metro. Me siento mejor que nunca: grito, bailo, me enamoro de la chica con la que reí, que se ha quitado el vestido. No se puede pedir más a la vida. Llega el metro y nos aplasta a todos. ¡Valió la pena! grito un segundo antes.
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